Wednesday 25 March 2020

Actualización sobre “COVID-19 ¿También tenemos que preocuparnos por nuestras mascotas?” y otros cuentos


Hace casi un mes que publiqué un podcast sobre el COVID como zoonosis. Desde entonces ha llovido mucho. El post que colgué en Facebook para dar a conocer el contenido del audio suscitó un gran interés.




 



He descubierto un blog interesante que recomiendo a  aquellos propietarios de mascotas que leen con atención y en especial a todos los veterinarios de animales de compañía. Está en inglés, pero con los traductores online las barreras lingüísticas no nos sirven de excusa.






El autor se toma el trabajo de contestar de forma clara a las preguntas más frecuentes que reciben las clínicas veterinarias a día de hoy. También menciona un estudio que explica por qué no se han observado transmisiones de mascotas a humanos.

Cuando hablamos de COVID19 o SARS-2 en mascotas disfrutamos de una ventaja: se parece mucho a SARS, una infección que sufrimos en 2002-2003 y que ya se estudió en su momento.

En 2003 la revista Nature publicó una comunicación corta sobre el SARS en gatos y hurones, que pone de manifiesto la posibilidad de infección experimental y posterior transmisión en estas especies. Sin embargo no se observó la transmisión natural de estos animales a humanos. En 2012 otra publicación concluyó que sería interesante vigilar a civetas, ratones, gatos, hámsteres y murciélagos si SARS u otro coronavirus similar surgía en el futuro. Esta última se basó  en el estudio de la expresión del receptor de la enzima convertidora de angiotensina en tejidos intestinales animales y humanos.

La susceptibilidad de las células huésped a los coronavirus está determinada principalmente por la proteína (S) viral, que induce la unión al receptor y la internalización del virus en la célula, proceso necesario para producir la infección como tal: con replicación y posterior transmisión. Esta proteína se une a los receptores 2 de enzima convertidora de angiotensina (ACE2).

La susceptibilidad de las diferentes especies a la infección por SARS-CoV está principalmente determinado por la afinidad entre los receptores de ACE2 del hospedador y los aminoácidos de una parte concreta (RBM: receptor-binding motif) del dominio de unión al receptor (RBD: receptor-binding domain) de la proteína S viral.

Un estudio publicado a principios de este año en Estados Unidos  ha ayudado a entender mejor el funcionamiento de este mecanismo. Existen mutaciones en estas partes concretas de la estructura genética viral que capacitaron en su día al virus SARS para utilizar más de una especie como hospedador. Algunas mutaciones podría también mejorar la infectividad de COVID-19 en humanos, si favorecen esta compatibilidad entre el RBM viral y el ACE2 de las personas.  Estar al tanto de las posibles mutaciones del virus es por tanto importante.

Actualmente NO hay motivos para pensar que los gatos puedan actuar como transmisores del virus: no se ha observado inclusión intracelular o replicación del COVID-19 en ninguno. Sin embargo, al igual que tenemos cuidado con todo lo que tocamos, debemos de ser también conscientes del estrecho contacto que tenemos con nuestras mascotas, que suponen al fin y al cabo un medio físico sobre el que el virus de personas infectadas puede ser depositado. De ahí se derivan las medidas preventivas recomendadas por la organización mundial de la salud respecto a “limitar el contacto innecesario con nuestros animales de compañía”. La cuarentena debe incluirlos a ellos también, limitando su contacto con otras personas o animales. Si nuestro vecino pasea a nuestro perro o acaricia al gato con el que compartimos nuestro hogar durante la cuarentena, debemos ser conscientes del riesgo asociado.

Es aún más importante para los veterinarios clínicos, cuya actividad no se ha visto interrumpida por las leyes recientemente implementadas. Aunque no en el grado en que se exponen los profesionales del ámbito de la sanidad humana, nosotros también nos exponemos a la infección. El colectivo sigue atendiendo al público a puerta cerrada, lo que no implica necesariamente contacto con el propietario pero sí con el animal. 
La protección del veterinario clínico en estas circunstancias se ve complicada por la responsabilidad que sentimos de atender al público al mismo tiempo que pasamos por unas dificultades económicas sin precedentes, la reestructuración de los equipos de trabajo debida a la ausencia del personal y la necesidad de implementar repentinamente protocolos nuevos que minimicen la exposición a la enfermedad. La telemedicina, rechazada hasta ahora, de pronto se ha convertido en la herramienta principal recomendada por las autoridades. Seleccionar qué consultas debemos o no atender, adaptarnos a la situación de cada propietario, mantenernos informados de todo lo que modifica nuestra actividad directa o indirectamente, limpiar constantemente, agenciarnos el material de protección adicional y por supuesto la dedicación usual al cuidado de nuestros pacientes, son algunas de las dificultades que el sector atraviesa en estos momentos.


Mucho ánimo a todos mis compañeros de profesión.  

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